lunes, 28 de marzo de 2011

She used to be the sweetest girl


Me dan miedo los cambios. Mucho. Muchísimo.
Me da pánico dejar de ser quien era o quien soy. Me da miedo el futuro, mirar hacia delante y no saber lo que me espera.
Y me da miedo comprometerme a cualquier cosa por si acaso cambia.
Necesito tenerlo todo excesivamente calculado. Cada mes, cada día, cada minuto. Sí, lo sé, eso no es bueno. Por eso, cuando aparece una persona que es capaz de cambiar mis planes me enamoro como una enana.
Son consecuencias del pasado que hacen que sea quien soy.
Y sé perfectamente quien soy, pero me da miedo que se me olvide. Porque a veces me pasa.
Mirar al pasado sin embargo, me da seguridad. Nadie puede cambiarlo.
Será porque me da seguridad mirar a aquella niña que no se preocupaba por el rumbo que llevaba su vida, se limitaba a vivirla. Le llenaban las películas de Disney, le llenaban las chuches de los domingos. Y era feliz viendo La Banda del Patio, Piperan, Doraemon. 
El mejor momento de su vida fue el conventirse en una princesa de Disney más viajando con sus padres a París.
No se preocupaba de si sus medidas eran iguales a la de sus muñecas, ni las envidiaba, sólo jugaba con ellas.
Porque apenas había nacido hace unos años y ya tenía un Nenuco como hijo. 
Todo se solucionaba escurriéndose en las sábanas de papá y mamá por las noches.

¿Qué podría pasar si estaba entre ellos dos?
Y fumar no le parecía sexy; más bien la palabra era estúpido, y le daba asco. Y el café no era sino una bebida amarga para viejos.

Se impresionaba al ver a su madre llorar al ver Titanic, pero la entendía al emocionarse con el Rey León. Y veía una y otra vez Sissi Emperatriz dejándose embelesar por los preciosos vestidos y bailes de época sin analizar la situación política de Austria-Hungría y su monarquía dual.
Las vacaciones de verano le parecían eternas y ver Heidi en cada comida era un rito casi sagrado. Y el torreón que hay junto a la playa realmente lo consideraba su castillo.
"y veo aquellas fotos del verano, de la playa
secretos que uno guarda, ese chico que aún te encanta"
 No le costaba estudiar, ni sentarse a hacer los deberes porque no había distracciones inútiles.
No tenía miedo de que la fuesen a abandonar, simplemente se sabía querida. No tenía ningún motivo para dudarlo.
Las amigas eran las que jugaban contigo en los recreos, las que se ensuciaban las manos contigo para hacer "polvis mágicos", no tenían que cumplir más requisitos.
Y el plan de los fines de semana eran ir a casa de los abuelos. Y dejarse mimar probando todas las exquisiteces de su abuela y los aperitivos de su abuelo. Y, de vez en cuando ver al que siempre será considerado el primer amor platónico.
¿Qué quedará de esa pequeña niña en 10, 20, 30 años? ¿Quién se encargará de despertarla de vez en cuando?
Tantas amistades pasadas, tantas relaciones perdidas, tantas personas que aparecen, dejan su huella y se van. Y es que, tal vez, muy a nuestro pesar, así deba ser.
Y qué caro es el tiempo que me pone contra la pared.
Perdona si digo que quiero seguir siendo lo de ayer:
una niña sin miedo que regala su cariño y no sabe por qué.


P.

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